EL TOPIN DESPISTADO
Érase que se era…. un domingo de casi-invierno, gris, húmedo, con un cielo amenazante. Cualquier cosa era mejor que quedarse en casa mirando tras los cristales e intentando adivinar cuánto tardaría en derrumbarse el cielo hecho aguaceros, así que Arina decidió ir en busca de la nieve. Sabía que ya había caído en las montañas. Llamó a sus amigos y consiguió convencerles para salir al monte. Después empezó a prepararse: se puso las botas, el chubasquero, el gorro y los guantes. Ya estaba lista para disfrutar de la primera nevada. Decidieron subir el puerto y pasar a la zona leonesa.
Les sorprendió el frío que hacía, ese frío que sólo conocen los pueblos leoneses de la cordillera: intenso, punzante como un carámbano, seco, pero iban decididos a pisar nieve recién caída y respirar el aire transparente que dejan los copos tras de sí. No importaba hasta dónde pudieran llegar, sólo querían disfrutar caminando, tirándose bolas de nieve y bromear mientras subían….
Al cabo de dos horas de caminata se encontraron con lo que hace tiempo debió de ser una majada, sólo quedaba una cabaña en pie, pero estaba bien equipada y optaron por hacer una parada allí para decidir qué hacer en vista de que el tiempo empeoraba. Arina, mientras los demás hablaban y comían dulces para recuperarse, empezó a caminar entre los restos de piedras de la majada…y allí estaba Él….
Tan pequeño que cabía en su mano, con una carita menuda y marrón y su morrito puntiagudo, unos dientes diminutos y afilados y algo parecido a dos cicatrices minúsculas a ambos lados de la cara, vestigios de unos ojillos tan vivarachos antaño como cegatos ahora.. Acababa de toparse con un topín.
El susto que se dieron fue mayúsculo. Él, rascaba, arañaba, escarbaba y excababa con desesperación para esconderse cuanto antes, y Arina, rascaba, escarvaba y removía la nieve con rapidez para no perderle de vista….Por fín, le atrapó, le cogió con cuidado por el lomo para verle de cerca, era la viva imagen de la indefensión y el miedo. Debería tener cuidado porque sus patas con garras como alfileres, se enganchaban a sus guantes con desesperación. Le observó por un instante, maravillada de que un ser tan diminuto fuera capaz de sobrevivir entre aquella nevada, aquel frío intenso….y entonces, oyó una vocecita :
-“Ya estoy harto, qué latazo, siempre lo mismo…¡no doy una! puff!…me entrego a mi destino”.
- “No puede ser”, dijo Arina. “Los topos no hablan”.
Entonces observó cómo sus patitas dejaban de moverse y aquel cuerpecito se abandonaba al azar, dejaba de luchar para desasirse de su mano y quedaba inmóvil. Arina, le tocaba con su dedo para provocar alguna reacción, pero no había respuesta. Repitió el movimiento un par de veces más. Nada. El topín estaba inmóvil.
-“Se murió de estrés, de puro miedo, pobrecillo..” Pensó.
Y justo cuando estaba dejándole en la nieve a punto de enterrarle, oyó otra vez la vocecita:
- “¡Eso, ahora me deja tirado en cualquier parte, cachis!”.
¡Caramba, estás vivo! Sorprendida, se acercó a él, y vio cómo se frotaba con sus patas delanteras los indicios de ojos, como si intentara secarse lagrimillas invisibles…No estaba muerto, estaba triste, desanimado al darse cuenta de que el invierno acababa de empezar y que aquella nieve tan algodonosa no era la de primavera, sino la primeriza de un casi-invierno....Le excavó un agujero en la nieve para arroparle del frío y allí, al darse cuenta de que no quería hacerle daño, más tranquilo ya, le contó lo despistado que era, y que eso mismo le había pasado el año anterior cuando un perro mastín le dejó al descubierto su madriguera…eran tal las ganas que tenía de salir al exterior que en cuanto notó el soplo de aire fresco, se retorció de gusto y salió disparado a la superficie…como había sucedido hoy…
-“Soy un mal topo, snif!, le decía. No soporto vivir ahí abajo, es todo tan estrecho y aburrido, snif!.
Mientras los amigos de Arina decidían qué hacer, el topín le habló de su vida subterránea en la majada. De cómo le gustaba salir las noches de luna llena y tumbarse panza arriba para tomar baños de luna; de su familia, emigrante a la fuerza porque fueron transportados por la pala de una excavadora junto a un montón de piedras durante las obras de recuperación de la cabaña.
“Ese día ( le contaba lloriqueando), mis padres y hermanos, acababan de llegar a la madriguera después de una bonita excursión subterránea por los prados donde pasta el ganado, pero yo, como siempre, me había despistado de mi familia..snif…. y cuando llegué horas más tarde vi lo que quedaba de la madriguera…un hoyo enorme nada más…mi familia había desaparecido. Se los habían llevado…… Estaba solo”.
Le contó que hace tiempo se encontró con un topo, primo de otro topo, que tenía un amigo que tenía un hermano que vivía en la zona del embalse, le dijo que conocía a su familia, que se habían instalado allí, muy cerquita del agua, y que se encontraban bien aunque le echaban de menos. Que salían juntos a patinar en las noches de invierno, cuando las orillas del embalse se helaban….
Se alegró al escuchar la noticia, pero también se entristeció: nunca volvería a verles….snif! El embalse estaba demasiado lejos para él.
.Entonces, Arina, recordó lo que siempre le decía su abuela cuando era una niña y se aburría en las tardes de lluvia: “juega con la cabeza, juega con las manos o juega con los pies, pero si no haces nada, vendrá el diablo y te dará un puntapié”. Y decidió proponerle algo para que el invierno no se le hiciera tan largo: debería construir una madriguera más grande, con túneles espaciosos por si algún pariente aparecía. Ella, a cambio, le prometió que cuando saliera a caminar por la zona del embalse, buscaría a su familia y en caso de encontrarla, les llevaría a la majada para que vivieran juntos de nuevo, seguro que se pondrían muy contentos al ver su nueva y amplia madriguera….y todos serían felices aunque no comieran perdices.
La propuesta le gustó, levantó sus patas delanteras y dijo en tono animado: -“Vaya, tendré que ponerme patas a la obra cuanto antes…un invierno no da para mucho. Gracias.
Y desapareció igual que había aparecido: rascando, arañando, escarbando y excavando…
Y colorín, colorado… lo que cuento, no es un cuento, es verdad y se ha acabado.
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